Durante las últimas semanas, las aulas se han transformado en auténticos laboratorios de descubrimiento sensorial. Los niños tuvieron la oportunidad de observar los cálidos colores de las hojas, sentir diferentes texturas con la corteza de los árboles y otros elementos, saltar sobre las hojas para oír su sonido, oler los aromas de las especias y degustar los sabores característicos de la estación.
Las actividades se diseñaron para que fueran lúdicas y seguras, permitiendo a cada niño explorar a su propio ritmo, siempre con curiosidad y alegría. A través de estas experiencias, los bebés desarrollaron no sólo sus sentidos, sino también su autonomía, creatividad y conexión con la naturaleza.
El proyecto "Sentir el otoño" demostró que incluso los niños más pequeños son capaces de descubrir el mundo que les rodea con deleite y emoción, ¡convirtiendo cada hoja caída en una nueva oportunidad para aprender y sentir!